Crisis alimentaria, hija del lucro capitalista

Misael Pérez



El fantasma del hambre ya esta entre nosotros como en las viejas películas apocalípticas al estilo de “Cuando el destino nos alcance”. De repente el jinete del hambre nos alcanza; en realidad siempre ha estado ahí y no sólo en países lejanos, sino en la realidad cotidiana de millones de mexicanos que viven al día, ya sea en la ciudad o el campo. El hambre derivada de la miseria no es un fenómeno nuevo, pero las dimensiones que está cobrando sí lo son.

En primer lugar, el origen de esta oleada de escasez de alimentos a nivel mundial se debe a factores mercantiles más que de escasez, como lo es el uso de cereales para fabricar biocombustibles, la demanda de sociedades con economía emergente como la India y China, y el alto precio del petróleo, del cual se derivan importantes componentes de los abonos; pero sobre todo se debe a la especulación y falta de planificación inherente a la sociedad capitalista, cuyo motor es la ganancia y no la satisfacción de las necesidades de la población.

El cuadro en México se ve agravado por la desastrosa política agropecuaria que por décadas han impulsado los gobiernos del PRI y ahora del PAN, que han llevado al campo a un panorama de inmigración, sequía y abandono de la producción. Se trata de una política que permite la libre importación mientras quita subsidios al campo, lo que hace imposible competir con los precios de productos extranjeros, cuyos productores muchas veces están subsidiados en sus países de origen. El campo mexicano está devastado, lo ha estado por décadas y el gobierno mexicano no ha hecho nada. El resultado es que dependemos, en materia de alimentos, de productos importados, incluso del maíz, base de la alimentación en nuestro país; es por esto que la subida de precios a nivel internacional nos afecta de manera inmediata.

Después del aumento a la tortilla el año pasado, los precios de otros productos han seguido aumentando de manera sostenida, de septiembre pasado a la fecha el arroz aumentó 33%; el aceite, 50%; el huevo, casi 60%; y el fríjol, 12%; (El Universal, 23 de mayo de 08). Al igual que el año pasado el gobierno responde con un anuncio de medidas cosméticas e ineficaces como la apertura del mercado nacional a la importación de maíz, trigo, sorgo y pasta de soya; la reducción a la mitad del impuesto a las compras externas de leche en polvo, y adquisición de frijol libre de arancel. Estas medidas, lejos de beneficiar al campo mexicano, lo hunden más; los acaparadores obligarán a los productores a bajar sus precios bajo la amenaza de que si no les venden a los precios que ellos fijen comprarán en el exterior, por lo que los únicos que salen ganando, como siempre, son los intermediarios. Un segundo acuerdo del gobierno se hizo con la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio (ANTAD) para reducir los costos de los productos. El acuerdo el año pasado fue un completo fracaso y, no obstante, nuevamente se pretende subsidiar a estas tiendas privadas para que el público sea acarreado a consumir en ellas. Como vemos, las medidas para mitigar el alza de los precios en alimentos se convirtieron en una oportunidad de negocio para los gobernantes panistas, mientras que los precios seguirán subiendo.

Se estima que éste no será un fenómeno temporal, por lo que se irá agravando cada vez más si los salarios continúan estancados, pues ya de por sí éstos han perdido gran parte de su poder adquisitivo en condiciones de inflación “controlada”. La nueva situación está obligando a las familias a reducir el consumo de los productos alimenticios más caros; según la ANTAD el consumo de productos naturales y procesados ha disminuido en 5 %, lo que también significará desnutrición y enfermedades a mediano plazo.

Este fenómeno está golpeando a todos por igual, incluso a sectores que tienen cierta estabilidad económica, por lo que el descontento irá en aumento, la crisis alimentaria llevará aparejado otros fenómenos como el de la delincuencia. Si no se incrementan los salarios y aumenta el empleo, tenemos todos los elementos necesarios para que haya una explosión social.

Una economía planificada pudo haber previsto esta situación y tomar medidas de seguridad pero dentro del capitalismo las fuerzas del mercado se orientan a la destrucción de las economías de los países subdesarrollados, por lo que hemos llegado a la paradoja de cultivos que se venden caros y campesinos empobrecidos.

La crisis alimentaría continuará mientras los trabajadores no tomemos el control de la situación; en la pretendida guerra de Calderón contra los especuladores no habrá ni un solo detenido ni sancionado y sí muchas ganancias para toda la burguesía y las trasnacionales como Monsanto. No podemos permitir que esto continúe, debemos luchar contra la inflación y unir esta lucha con la lucha contra la reforma energética. Es necesario convocar a un paro nacional para frenar estos ataques a la clase trabajadora.



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