La contrarreforma

La filosofía política definió históricamente a la reforma como un proceso de cambios graduales para obtener mayor igualdad, bienestar y libertad.

por Antonio Soto.

Estamos metidos en medio de una discusión semántica ab-surda. La reforma es un proceso de cambios graduales para obte-ner mayor igualdad, bienestar y libertad y no lo que platea el gobierno de facto. La derecha neofranquista mexicana se apropió del contenido histórico del término para darle un sentido “progresista” a la contrarreforma más retrógrada a implantar en el país desde el advenimiento de la revolución industrial. La promue-ve para recortar los derechos ciudadanos y apropiarse de todas las fuentes de riquezas de nuestro país, como lo hizo el neoliberalismo en todo el mundo.
Los promotores de la contra-rreforma satanizan el rol del estado definiéndolo como de naturaleza corrupta, ineficiente y populista. Promueven su destruc-ción mediante el recorte del presupuesto y del derecho pú-blico, el despido de burócratas y el dramático recorte de los derechos laborales de los sobrevivientes, cooptando para esto “a la izquierda que necesita México” como la denominan sus socios mediáticos.

La derecha mexicana, eva-diendo de esta manera toda forma de control, aplica las políticas económicas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Y ya hemos conocido las consecuencias: las que pagó Argentina gracias al rol activo de Menem y de la “rela-ción carnal”, como el mismo la llamaba, que sostuvo con Es-tados Unidos. La corrupción política argentina y la apatía general de la población lo favorecieron. Cuando comenzó en Argentina la “destrucción creadora” y se aplicaron las “terapias de shock” recomen-dadas por el Fondo Monetario Internacional el resultado fue la destrucción, abundaron en shocks y estuvieron ausentes todas las terapias. El descuar-tizamiento del estado y la privatización de las empresas nacionales más rentables dejó al país a merced de las circuns-tancias.

En los tres sexenios pasados hemos transitado aquí por el mismo camino destructivo consolidado mediante un nuevo fraude electoral, un golpe de estado para terminar de imponer la contrarreforma. Se privatizaron la telefonía y los medios de omunicación. Se suprimieron los gravámenes que afectaban a las grandes empresas y fortunas, se impulsa la reducción de los impuestos a las multinacionales que se disputarán las reservas del Golfo de México si prospera la iniciativa de Calderón: la entrega de la renta generada a la nación por la explotación del petróleo.
Y la contrarreforma laboral está en espera mientras se sacrifica la salud de la población y se recorta el presupuesto destinado a la educación, privatizando en mayor o menor medida a ambas.

La contrarreforma neoliberal ya ha fracasado sin reportar daños ni victimas, sin analizar siquiera si generaba una sociedad mejor o una más injusta y desigual. No generó crecimiento económico estable y desde el sexenio de Salinas el Producto Bruto Interno ha descendido hasta ser uno de los más raquíticos de América Latina.

Tampoco alivió la situación de pobreza y marginación y ha recortado ferozmente el ingreso de los trabajadores, no abatió la inflación que solo se mantiene baja en los reportes a modo confeccionados por el propio gobierno. Y si esto aún fuera poco, desprestigió la democracia con dos fraudes electorales en los últimos veinte años, gene-rando un abstencionismo cre-ciente en cada nueva elección.

Lejos de traer progreso la política neoliberal aumentó la exclusión social, la pobreza y vulnerabilidad de la población. En los últimos sexenios ha redefinido los derechos ciudadano, educa-ción, salud, recreación desde una lógica mercantil. El estado y la sociedad son sus prisioneros, selectivamente elimina a los que no son aptos y dictamina a quien lo es y quién no con su misma lógica.
Lo que caracteriza a más de la mitad de la población que quedó fuera de juego es la desinte-gración social y la miseria. Esto no puede ser considerado el tránsito a una sociedad más justa sino el efecto social disolvente que las leyes del mercado han generando: una guerra social que conduce al exterminio de los pobres, que enfrenta a los pobres entre sí en lugar de combatir las causas que generan la pobreza. El paraíso neoliberal fue más bien el escenario para el surgi-miento de más despotismo económico y político en México.

La inversión privada de riesgo fue otra de sus mentiras im-placables. Se produjo, claro que se produjo, pero sin ningún riesgo. Apropiándose de los recursos naturales, la minería, o captando todos los monopolios estatales a su alcance como sucedió con Teléfonos de México (TELMEX), donde millones pagamos una de las tarifas más caras del mundo al segundo hombre más rico del planeta.
Según su propio discurso “la riqueza generará riqueza”. pero no lo hizo como un efecto multiplicador para el país y para su gente tal como argumentaba. La generó para Carlos Slim que ahora regala nuestro dinero en festivales y donaciones, con Shaquira y el hijo de La Rúa.
¿El apellido les resulta conocido? Es el hijo del ex presidente argen-tino que decretó el estado de sitio para sostener el proyecto neoliberal, él que tuvo que esca-par en helicóptero de la casa de gobierno cuando la gente indig-nada tomó las calles de Buenos Aires en diciembre de 2000 y no la dejó, cinco presidentes me-diante, hasta que la situación comenzara a cambiar.

La inversión privada, la que quiere obtener el monopolio del petróleo y de la gasolina para despacharse a gusto cuando millones de automovilistas tengan que pasar por las gaso-lineras. La que quiere controlar la producción de energía y lo que es peor: el cobro del suministro, donde nadie tendrá otra opción más que pagar la tarifa, la que se elevará a niveles inal-canzables para millones de mexicanos.
¿Y que pasará con el agua? Muchas administraciones muni-cipales ya han privatizado el suministro. El litro de agua embotellado ya cuesta igual o más que la gasolina. El apoyo dado a las europeas Suez y Vive-ndi para que realizaran el Foro Mundial del Agua en el Distrito Federal ¿de donde o de quién provino?. Sí, a la francesa Suez, a la que le fueran cancelados los contratos en Argentina y Bolivia por incumplimiento, la misma que había colocado los medi-dores del suministro y solo se dedicó a cobrarlo sin cumplir con nin-guna de las obras acordadas en el contrato. Ambas se fueron de allí sin protestar ni reclamar. Ahora están aquí.

Las fábricas, ¿en donde están las fábricas y los puestos de trabajo? Solo hemos visto como se han ido instalando en todo México las fábricas de la llamada industria de maquila. Ese capital, sin patria ni dios ni escrúpulos, que tanto maquila en barcos factorías que no tocan puerto para no cumplir las leyes sociales de ningún país o que emigra por el mundo instalándose en los países más pobres en donde las relaciones laborales son peores que la esclavitud y en donde, además son eximimidos de las cargas fiscales.
La industria de maquila instalada en Ciudad Juárez y otras ciu-dades de la frontera, ciudad en donde mueren las trabajadoras cuando procuran su salario de hambre. O en Puebla de los Ángeles, que ya no de Zaragoza a instancia del Partido Acción Nacional (PAN), donde el “gober precioso” secuestra a periodistas por mandato y protege a Camel Nasif, el rey de la mezclilla. O la industria instalada en Quintana Roo, el coto de caza del pere-dasta Succar Kuri, el amigo de Camel Nasif y de algunos em-presarios y políticos famosos. La contrarreforma sin duda sigue cosechando fracasos en todos los terrenos. La derrama de coñac en el despacho del go-bernador de Puebla nos ha alcanzado a todos, la derrama de riqueza no ha salpicado a nadie.

¿Cuál cambio?
El cambio democrático comen-zó a diluirse durante el sexenio de fox, que traicionó el sentido del voto aún antes del intento de desafuero de López Obrador, se consolidó con el fraude electoral del 2006 y con la entronización de un presidente espurio respal-dado por un sector de las Fuerzas Armadas y los señores del dinero. Los mismos que paralizaron a López Obrador durante la campaña electoral quién había capitalizado hasta ese momento el descontento generado por la aplicación del esquema económico neoliberal.

Esos días la clave fue la gran movilización popular. En el momento más álgido frenó el intento de fox por desaforarlo, también fue una gran lección para todos los militantes y acti-vista del campo popular: solo así se puede avanzar y no con acuer-dos palaciegos concretados con los enemigos de clase.
Pero ya en campaña López Obrador sepultó la posibilidad de ganar las elecciones al asumir la táctica de no moverse para tran-quilizar a la derecha apostando a la amnesia del conserva-dorismo y relegando los intereses de los de abajo. Esto hizo posible el fraude, solo una elección apretada podía facilitarlo, por la moderación del propio López Obrador, por su indefinición frente a los cambios que sin pau-sa se sucedían en América Latina. Esto le restó votos. Su tibieza, junto con la virulencia de la derecha neofranquista, men-tirosa, ferozmente agresiva y sin escrúpulos respaldada por la mafia española de la petrolera Repsol y de su alcahuete, Aznar.

Democracia y participación
Para salir de la crisis debemos analizar y entender los cambios operados en América del Sur, las movilizaciones populares que los hicieron posible, la diversidad de los modelos políticos, las formas que han adquirido los gobiernos y las relaciones de éstos con las fuerzas sociales que defendieron también la democracia aún burguesa en la mayoría de los casos. Muchos de estos gobier-nos han cortado los lazos que los ligaba al Fondo Monetario Internacional y a sus recetas recesivas. Fortalecieron al esta-do que con recursos puede afrontar la crisis del capitalismo.
Revirtieron las privatizaciones o han renegociado los contratos que favorecían al capital privado nacional e internacional. Rede-finieron las estrategias de intervención del estado en la vida económica y social propugnando mayor transparencia y control ciudadano mediante el plebiscito, el referéndum, la consulta popu-lar y la revocabilidad del mandato político. Asambleas Constituyen-tes y reformas políticas han perfeccionado las instituciones y las prácticas democráticas.
Se realizaron reformas adminis-trativas y se ha jerarquizado la administración pública para que los organismos de estado cum-plan con su tarea combatiendo la corrupción, emancipando la política del mercado que dejó de ser financiada por las empresas. Pero en casi todos se consolidó la democracia sin fraudes electorales con la movilización permanente de grandes sectores populares.

La democracia en América del Sur ha sido un punto de partida, pero para los pueblos del continente no es la meta.

La democracia fue conquistada con grandes movilizaciones y los pueblos aspiran a más y ésta estará en riesgo cuando las fuerzas sociales bajen la guardia, en tanto la economía no se democratice y no se reduzca la brecha entre las grandes fortunas y la masa empobrecida.
Y lo sabemos bien, histórica-mente la derecha ha roto el pacto democrático, incluso el acordado con los partidos tradicionales cuando estos se radicalizan por la presión de sus bases. Su naturaleza es esencialmente antidemocrática y recurrirá al golpe de estado cuando no le quede otra alternativa. Así pasó en Chile y Argentina en los años 70. Lo intentó en Venezuela, lo procura en Bolivia y Ecuador. La derecha lo rompió aquí con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) imponiéndose con un fraude.

La democracia con participación activa de la clase obrera y del pueblo solo puede evolucionar en el interés de los de los trabajadores, de los de abajo y en contra de los intereses oligár-quicos.
Se transformará inexorable-mente en revolucionaria cuando la movilización y la organización se conviertan permanentes y la puedan profundizar.
Cuando salga del ámbito repre-sentativo y se instale en el ámbito participativo solo puede concluir en cambios profundos que impli-quen el camino a una sociedad más justa y el fin de la explotación de los pueblos.
Es lo que debemos exigir aquí y ahora: la participación democrá-tica de todos los sectores representados en la Convención Nacional Democrática (CND), la participación democrática de los sectores sociales, individuos y organizaciones que participan en las Brigadas de Defensa del Petróleo y en todos los otros ámbitos donde exista participación popular.

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