Estado y neoliberalismo

amnesia política y desmantelamiento social

Por Antonio Soto

En los últimos años se han invertido los ideales de los años 70, cuando las ideas iban delante y los sucesos detrás, cuando proliferaban infinidad de alternativas políticas y sociales para subvertir el sistema político y económico. Ahora nadie se anticipa a nada, nadie puede explicar como revertir lo que sucede dentro o fuera de las fronteras delimitadas por los Estados. Las ideas están rezagadas, lejos de los acontecimientos, lejos de interpretar los dramáticos cambios sucedidos en las últimas tres décadas. El activismo y la militancia casi han desaparecido junto con sus sueños.

La decadencia y fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no solo acabó con el auge de las utopías, también dio inicio a una gran dispersión nacionalista fomentada por jerarquías locales, acogidas de buen grado por el imperialismo estadounidense y la Unión Europea. El desmantelamiento ideológico del estado soviético culminó en la atomización regional y en el rearme político de los fundamentalismos locales. Un retorno a lo que fuera reprimido durante décadas, que fundó la ciudadanía sobre la amnesia forzada de los ciudadanos, sobre la imposición de una ideología férrea y dogmática que apenas alcanzó para mantener a estos estados cautivos hasta su decadencia final.

La misma amnesia política y social impusieron los estados capitalistas, incluso dentro de sus propias fronteras, donde aún sobreviven muchos reclamos autonomistas. Amnesia que exportaron junto a su propia visión política y económica durante más de dos siglos de expansión colonial primero e imperialista después. Modelos que adormecieron y reprimieron todas las reivindicaciones nacionales y regionales surgidas en el seno de los países dominados.

Unos y otros activaron odios en contra de sus adversarios. Apoyaron movimientos nacionalistas de derecha o de izquierda, a minorías o mayorías étnicas o religiosas, y dejando exacerbados a unos contra otros, cautivos dentro de límites políticos arbitrarios, lo mismo en Asia, que en África o América Latina con una táctica de intervención poco novedosa: en la Segunda Guerra Mundial, todos los involucrados, ya habían aplicado estas prácticas de odio en todos los frentes militares desde Europa hasta Birmania.

Parece dudoso ahora que, los países imperialistas puedan, seguir fagocitando o reprimiendo a toda estas expresiones nacionales. Al alubión de identidades que comenzó a manifestarse nuevamente sin tanta injerencia externa, al reclamo de libertad, autodeterminación e independencia, frente a uno u otro de los actores preponderantes del pasado, reclamos que van imponiéndose sin pausa en todos los continentes.

Esto es parte de lo que debemos tratar de comprender y poner las ideas nuevamente por delante. Pero debemos entenderlo como parte de la propia dinámica imperialista, como consecuencia de la misma evolución de su proyecto de expoliación, ya no como el propio sistema lo propone al decretar el fin del modernismo y el fin de la historia pretendiendo dejar instalado al sistema capitalista para siempre. Para hacerlo, es inevitable analizar como el Estado Moderno ha sido degradado intencionalmente durante las últimas décadas hasta transformarse en agente de venta de sus propios recursos económicos y un golpeador desaprensivo frente a los conflictos sociales.

HACIA EL ESTADO NEOLIBERAL

Los estados imperialistas comenzaron a perfeccionar su doctrina antes que la guerra fría desapareciera entre los cascajos del Muro de Berlín, mucho antes que triunfaran las revoluciones sociales que conmovieron al mundo alrededor de 1910. Solo debía ajustar su propio modelo de dominación a los cambios que se fueron sucediendo desde las revoluciones nacionales de 1810, modelo aplicado durante el colonialismo en los Siglos XVIII y XIX y durante su expansión posterior: el imperialismo del Siglo XX.

Fue justamente en este siglo cuando, durante el apogeo del Estado Moderno y la reconstrucción de posguerra, el neoliberalismo consolidaría su poderío económico y desarrollaría sus coartadas ideológicas, económicas y mediáticas, sus alianzas de clase con las burguesías nacionales en los países que controlaba y las estrategias de guerra de baja intensidad ejecutadas, desde el final de la Segunda Guerra Mundial y hasta la fecha, para ejercer el control sobre los países que aún no lograba doblegar.

Los países de Asia, África y América Latina que no estuvieron involucrados militarmente en la contienda habían logrado adaptar sus economías a esa contingencia. Con diferentes niveles de autonomía habían logrado consolidar sus Estados Nacionales fomentando el desarrollo industrial independiente a pesar de los cambios políticos que se producían en los frentes de guerra. Estados que se consolidaron distribuyendo razonablemente el ingreso, que permitieron o alentaron la creación de grandes sindicatos obreros y organizaciones campesinas respaldados por amplios movimientos sociales. En fin, el Estado Moderno en plenitud con sus virtudes y defectos.

Fue durante el modernismo cuando el neoliberalismo consolidó su poderío económico y desarrolló sus coartadas ideológicas y mediáticas.

Finalizó la contienda y emergieron de ella dos actores dominantes: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética. Como consecuencia los países imperialistas, con Estados Unidos a la cabeza, reformularon sus estrategias de intervención en los territorios que habían controlado antes y durante la guerra alterando, la división geopolítica de África y Asia, con nuevas invasiones militares frente al auge revolucionario y se lanzaron contra todos los movimientos nacionales, sociales o democráticos aunque estos no se reivindicaran como comunistas y no estuvieran ligados a los intereses del Estado Soviético.

El Plan Marshall y la Alianza Para el Progreso fueron promovidos para la reconstrucción de posguerra, un proyecto de reconstrucción con trampas, un verdadero proyecto de dominación y expoliación que irían perfeccionando con el tiempo. Europa logrará reconstruirse aún como socio cautivo; en el resto del mundo se acentuaron los lazos de la dependencia y el yugo económico y militar. Estos planes de reconstrucción de posguerra primero, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial después comenzaron a imponer el endeudamiento externo como modo de control y saqueo financiero. Cuando los Estados Nacionales intentaron resistirse a estas imposiciones fueron forzados a obedecer; golpes de mano cruentos encabezados por la oligarquía ligada a los intereses imperialistas y apoyados por ejércitos reaccionarios comenzaron a doblegar desde la década de los años 50, el desarrollo autónomo de los Estados Nacionales.

La paz de posguerra duró muy poco. Nuevas formas de resistencias nacionales y populares se consolidaron y pasaron de la defensiva a la ofensiva durante los años 60 y 70, movidas por la certidumbre de que solo el final del capitalismo podía traer paz y bienestar definitivos. Movimientos nacionales de izquierda, organizaciones revolucionarias acompañadas por grandes movilizaciones sociales se lanzan a la lucha por la conquista del poder y a construir el socialismo. El sistema fue cercado, incluyendo al mismo capitalismo europeo.

Liderados en su mayoría por burguesías seudos industriales locales, los países de Tercer Mundo o No Alineados, como se proclamaron en los años 60 y 70 se resistieron sin mayores consecuencias. El apoyo de los grandes movimientos populares obtenidos mediante pactos sociales o de clases, en muchos casos tramposos, fue reventado por la inflación fabricada por el capital financiero impidiendo que se concretara el proyecto nacional burgués.

El imperialismo derrocó gobiernos democráticos e impuso dictaduras militares en casi toda América latina, monarquías despóticas en Medio Oriente y apoyó a movimientos clericales fundamentalistas en donde quiera que estos le sirvieran para enfrentar al comunismo ateo. Junto con sus nuevos socios criminalizaron las luchas sociales, reprimieron a los movimientos populares y sindicales que se resistían a perder los derechos adquiridos, exterminaron a los dirigentes revolucionarios y reprimieron las protestas sociales esgrimiendo la Doctrina de Seguridad Nacional con el auxilio de los ejércitos locales formados en la Escuela de las Américas para frenar el auge nacionalista o revolucionario.

El nuevo plan trajo aparejado nuevas condiciones, desmantelar el incipiente desarrollo industrial y echar para atrás todas las concesiones hechas por la burguesía autóctona.

La acción del imperialismo se vio favorecida por la debacle de la Unión Soviética que había comenzado mucho antes de la caída del muro de Berlín. Muchas revoluciones y organizaciones revolucionarias fueron traicionadas por la Unión Soviética, muchos de estos movimientos políticos y sociales fueron negociados en función de los intereses coyunturales o estratégicos del Kremlin. Aún así muchos lograron triunfar en todos los continentes pero no alcanzó a torcer las ambiciones imperiales.

El proyecto de desarrollo político, ideológico y económico independiente de toda injerencia externa no pudo prosperar, el internacionalismo promovido por algunas de revoluciones triunfantes tampoco. El imperialismo se lanzó por todo afinando su proyecto de intervención: acabamos con los movimientos revolucionarios, no hay antagonista, no hay modelo, hay reflujo de la lucha de clases y por lo tanto ahora podemos ir por lo que queda. Una estrategia de acción que fue constante, continua y premeditada desde la expansión colonial e imperialista hasta llegar a la doctrina actual: la globalización económica y el libre mercado. Un cambio de términos partiendo de la evolución económica y financiera del modelo capitalista, que no ha modificado el objetivo, que ha perfeccionado su doctrina, su táctica y su estrategia de intervención para el saqueo de las economías nacionales y regionales desbaratando para eso Estado Nacional, que le incomodaba y dificultaba su accionar.

EL ESTADO NEOLIBERAL

Bajo el auspicio del Estado Moderno el neoliberalismo construyó y desarrolló su logística económica, comunicativa y antidisturbios para poder sostener socialmente en escena la dramatización de la democracia representativa. La verdadera profilaxis del sistema, que disfraza los privilegios económicos, que oculta la corrupción de la casta política e impide la gestación de una oposición triunfante o el desarrollo de nuevas, o conocidas, doctrinas de Estado.

Esgrimiendo su logística militar, financiera y mediática asaltó los poderes institucionales y democráticos, construidos a medias, durante el apogeo del Estado Nacional. Las oligarquías locales, en franca retirada, se resistieron inútilmente a entregarle los resortes del Estado Moderno, a entregarle el control que ejercía sobre las economías nacionales o regionales. Pero no tenían otra opción y prefirieron alinearse. El Estado Nacional, útil a la hora de reprimir los alzamientos sociales, a la hora de frenar la lucha de clases pasó a ser prescindible desde que cayó la cortina de hierro.

El endeudamiento externo adquirido ilegalmente, la socialización del pago de la deuda privada y las políticas privatizadoras alentadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial maniataron al los Estados Nacionales restándoles recursos. El bombardeo mediático, la corrupción política y la debacle económica de la burguesía industrial, liquidada con la apertura de las importaciones, hicieron el resto.

Frente a la crisis fabricada por el mismo sistema político y económico la receta fue generar más crisis, achicando el estado y quitándole aun más recursos privatizando sus empresas rentables. La herramienta que utilizó el capitalismo fue su coartada doctrinaria: la democracia representativa, el ámbito donde quinientos políticos corruptos pueden ser sobornados a precio vil para modificar toda legislación que pudiera ser una barrera para obtener su objetivo: pagar barato, a precio regalado las empresas estatales rentables.

Bajo el auspicio del Estado Moderno el neoliberalismo construyó sus coartadas doctrinarias y desarrolló su logística comunicativa y ANTIDISTURBIOS.

Eliminar los mecanismos de control del Estado Moderno o cooptarlos imponiendo a un gerente de una multinacional del sector fue el primer paso, desarrollar licitaciones y contratos que favorecieran sus intereses económicos fue el siguiente. Dejar de regular todo, para imponer su propia regulación, su táctica legislativa, de este modo se apropió de los recursos que le habían permitido al Estado Moderno actuar como bombero frente a los incendiarios conflictos ideológicos, políticos y sociales.

Pasaron a sus manos todas las empresas que tenían a sus victimas cautivas, a todo el país. Las empresas que garantizaban las comunicaciones, el suministro de la energía y el agua, el transporte en todas sus formas y los alimentos. Monopolios estatales que, en manos de una burocracia inepta e ineficiente, coadyuvó a que la clase media comprara el proyecto neoliberal. La táctica: despojar durante años a las empresas estatales de recursos económicos para que fueran más ineficientes y fomentar más burocracia administrativa corrupta; el objetivo: desprestigiar al estado como administrador de sus bienes para quedarse con ellos.

Pero también había que debilitar a los sindicatos acusándolos de ser una rémora del pasado y a los sindicalistas de corruptos aprovechando el hecho cierto de que muchos lo eran. No estaban en la mira los pequeños sindicatos de gastronómicos o de voceadores de periódicos. Claro que no, tenían que debilitar a los grandes sindicatos, los vinculados a las industrias y empresas estratégicas, los sindicatos que podrían oponerse, aunque solo fuera para preservar los privilegios de sus dirigentes.

La tierra y los alimentos no quedaron al margen. Retornó el latifundio y la tenencia de la tierra pasó a manos de grande empresas y los alimentos que tenían precios regulados o subsidiados para favorecer una política alimenticia independiente o para contener conflictos sociales quedaron en mano de gigantescas multinacionales que controlan sin escrúpulos precios y mercados. Eliminados los subsidios al campo y los controles de precios la producción y comercialización de alimentos quedaron a merced de grandes monopolios y del circo consumista, los supermercados.

El Estado Neoliberal a dejado a los pueblos y a los trabajadores a merced de las circunstancias, a la contingencia impuesta por la voracidad del capitalismo salvaje. Un estado que se ha debilitado, que solo conserva su papel de policía social, que solo interviene económicamente en las coyunturas electorales y que en todo lo demás no hace nada, que no planifica el futuro y que relega la educación a la reproducción de los cuadros que fortalecerán al mismo sistema.

El Estado debía ser modificado y lo fue. Sin la más mínima atadura ética, de por sí dudosa, que el Estado Moderno significaba el neoliberalismo se ha lanzado a la acción sin pruritos ni controles reinando sobre las fronteras, controlando la economía de ciudades, regiones y países gobernados por tecnócratas formados en sus instituciones educativas.

Pero es imposible que pueda imponer el carácter universal de la democracia si no postula la profundización de la misma y la democratización de la economía. Si no postula al mismo tiempo el pluralismo político interno que el externo. Y no lo hará por que es un sistema de naturaleza antidemocrática.

No quiere aceptar todas las expresiones de gobierno y acusa de terroristas a los que defienden su autodeterminación, a los que ven que sus ideales, religiones y fronteras no son ni serán respetadas. Cuando defiende al mismo tiempo la democracia representativa y la autonomía del mercado y las impone por la fuerza mediante la intervención militar, la ingerencia política, económica o mediática.

El Estado Neoliberal a dejado a los trabajadores a merced de las circunstancias, a la contingencia impuesta por la voracidad del capitalismo salvaje...

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